El leonesismo de un palentino
Como os avanzamos ayer esta es la primera parte del trabajo de Ruiz sobre la obra de Julio del Campo. (La transcribimos literalmente)
“Sin ninguna duda la obra más hermosa de Del Campo es la esculpida en la fachada de la casa que se encuentra en la calle Julio del Campo nº 9. El edificio fue construido por él, en un solar de 1.161 metros cuadrados, y donado por él y por su mujer al Ayuntamiento de la ciudad en 1917. D. Julio del Campo lo construyó para albergar en él dos escuelas en la planta inferior, dejando la superior como vivienda del maestro. Era un piso muy amplio con 5 habitaciones. En noviembre de 1934 se realiza un “Proyecto de reforma y ampliación del Grupo Escolar Julio del Campo” firmado por los arquitectos Ramón Cañas y Luís Aparicio. En la memoria del proyecto se plantea principalmente los siguientes cambios:
“Suprimir la excelente vivienda que construyó el donante en la planta principal para el Maestro Director del Centro”; “Reducir la altura del bajo de 5,20 a 4 metros”; “construir otro cuerpo nuevo desde la parte derecha hacia el interior, en el amplio solar disponible”. Es de suponer que esta reforma no resultaría muy agradable para el donante cuando solo hacía 17 años que se había construido el edificio.
En la década de 1920 Luís Bello, periodista y escritor brillante, viaja por toda España y publica en el diario “El sol” las crónicas de su periplo, que finalmente se recogen en una serie de volúmenes bajo el título “Viaje por las escuelas de España”. De León escribe que es una “provincia modelo” porque “el 93 por ciento de la población en edad escolar está matriculada”. De la Escuela de Julio del Campo manifiesta que era “un cantero, un trabajador llegado a mejor fortuna, que tuvo la feliz idea de construir unas escuelas”, “si entramos en la escuela vemos que el municipio leonés no corresponde al rasgo del donante...El esfuerzo de un cantero, hombre de pueblo, merecía ser continuado; pero su ciudad no pensó en ello. Tiene otras cosas actuales, vivas que le interesan más”.
La fachada de esté edificio refleja un trabajo impresionante tanto por su calidad artística como por la cantidad de tiempo que debió dedicarle el escultor. Son más de seiscientas palabras grabadas en bajorrelieve, aparte de los bustos y demás ornamentos.
En el texto se percibe claramente dos motivaciones: Su gran entusiasmo por León –en alguien que es palentino- y su preocupación por la enseñanza. No exalta nuestra riqueza monumental, que salta a la vista, si no que dedica cuatro quintas partes de su trabajo a quienes hicieron o restauraron nuestro patrimonio artístico, y a recordar a “nuestros sabios y filántropos” que también son patrimonio de esta ciudad.
El entrepaño central muestra su interés por la enseñanza. Lo titula “Celebridades Mundiales”, colocando a algún leones en segundo término. Destaca la esfera de la tierra, tan imprescindible en las escuelas de entonces, como ahora son los ordenadores. Más abajo su escultura señala con el dedo índice “A mis maestros”, y coloca el abecedario en minúsculas y en mayúsculas, así como las numeraciones arábigas y romanas. Todo esto lo coloca en la parte más baja del edificio para que quede al alcance de la vista de los niños, son “lecciones” que quiere dejar a los habitantes de esta cuidad.
Cita a Miguel Ángel y a Cervantes en lugares inapropiados, con los temas leoneses, y transforma a San Isidoro de Sevilla en San Isidoro de León. Creo que estas notas de candor humanizan más su trabajo.
Esta bella fachada, quizás única en el mundo por todas sus circunstancias” evidencia actualmente un abandono total. Esta vergonzosamente sucia y con el mal de piedra en algunas partes que hace casi ilegible el texto. Solo el goteo de la lluvia ha limpiado algunos trozos en los que se puede ver el hermoso color de la piedra, casi blanca.
El escultor no se merece esto, y los leoneses tenemos derecho a contemplar esta fachada en toda su belleza.
En Leiden, Holanda, se ofrece al turismo la contemplación y lectura en treinta y dos idiomas de un centenar de poemas grabados en las paredes de edificios repartidos por toda la ciudad (el número cien corresponde a Lorca con su De Profundis). ¿Por qué no incluir esta fachada nuestra, debidamente acondicionada, entre los monumentos que mostramos a quienes, cada vez más, nos visitan? "
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